jueves, 16 de febrero de 2012

La mala educación

  • Un capullo irrumpe en dirección contraria  a la señalizada en una de las calles de un aparcamiento de un supermercado y tiene que dar un gran frenazo para no colisionar conmigo.Un autobús urbano llega a una señal de ceda el paso a toda velocidad y sólo frena cuando le pito ; un subnormal, que trabaja para el ayuntamiento podando árboles, ha colocado  unos conos en mi sentido de la marcha, y en plena curva, sin que nadie, nadie, dé o corte el paso alternativamente, porque la visibilidad es nula y hay que invadir el carril contrario para evitar el obstáculo. Todo esto sucede en una hora de reloj.
  •  Podríamos seguir hablando de los perros que depositan sus desechos en la vía pública sin que el dueño o dueña lo recoja, el que utiliza dos plazas de parking por no ajustarse al espacio marcado para una, el joven que desparrama decibelios con su vehículo, el que no deja bajar antes de subir etc. Basta, demasiado para una sola digestión.
  •  Dónde están el sentido común, la educación ciudadana, las reglas para la convivencia y todo aquéllo que contribuya a disminuir el riesgo de enfrentamientos personales y el  de posibles accidentes. ¿Es España un país dónde los individuos  respetan o infringen las normas según su conveniencia? ¿Conocen y sopesan los individuos las consecuencias de sus actos?
  • El rango de edad de estos sujetos va desde los jóvenes, la juventud y la imprudencia van en muchos casos de la mano, padres y madres normales que llevan en el coche a sus niños y aparcan en un lugar reservado para discapacitados como si tal cosa, aprendiendo su progenie que infringir y no respetar no tiene importancia y ,hasta personas mayores que se cuelan en las colas de los establecimientos o protestan airadamente en las salas de espera de los centros sanitarios porque el médico despacha a los pacientes con menos celeridad de la esperada.
  • ¿Y los niños? . Sabemos que lo son. Pero no tenemos por qué soportar que nos den la vara correteando y gritando entre las mesas de un restaurante,como si fuera un kindergarten, mientras los padres,tan ricamente arrellanados en sus sillas, no hacen un gesto ni mueven un dedo para reprender a sus retoños. Son sus hijos y no los nuestros. La educación y las molestias que ocasionan les competen a los padres.
  • La educación para la convivencia no ha de soslayarse. Sin ser rígida no debe de caer en la permisividad. La enseñanza de la integración social se inicia en la familia hasta que llegado el momento, los vástagos emprenden el vuelo. Bastante desgracia tienen aquellos niños, de parejas desestructuradas con problemas de patología social, abusos y toxicomanías, sin que nadie les ayude para encontrar después un lugar en la vida.
  • El descuido,voluntario o involuntario de la enseñanza de pautas cívicas conduce al asilvestramiento del individuo y por ende, de la sociedad.

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